Suena en mi cabeza una y otra vez  Comptine d’un autre été, como si fuera un extraño mantra, una y otra y otra y otra vez más… Intento llevarla al piano, aun sabiendo que, llevando apenas dos meses con dicho instrumento y con poco fundamento, sería un auténtico milagro que la canción sonara… Mis dedos se posan sobre ese extraño tablero de ajedrez con más cuadros blancos que negros e intentan jugar la partida; inevitablemente pierden, pero saben que al final de un duro camino de lucha llegará la victoria.

Comptine d’un autre été sonará mañana, o pasado mañana, mientras mis pies cansados suban las escaleras, cubiertas por la hojarasca, que llevan al Sacré Coeur, en medio de una soleada mañana de otoño. Desde allí, una bella panorámica se extenderá hasta el horizonte: miles de tejados, la torre Eiffel, la brecha que forma el Sena entre los edificios… Sacaré mi cámara de fotos añorando un gran angular, y dispararé varias fotos, como siempre, para después elegir una con la que, con toda probabilidad, nunca haré nada…

Miraré a mi lado, sonreiré, me daré impulso y me sentaré en la barandilla de piedra, mirando al imponente edificio blanco que tendré enfrente. Y pensaré que sí, que está muy bien. Pero que podía haber estado mejor. Pulsaré la tecla del Ipod que tiene dos flechitas que apuntan a la izquierda, y de nuevo, ese arpegio de piano (mi si sol si, mi si sol si…) llenará la ciudad en mis oidos…

Dicen que París hay que verlo con lluvia… Supongo que no podré evitarlo, pero no me importaría nada que fuera la siguiente vez…