– Adivina

-Has soñado conmigo.- Me dice, nada sorprendida, jugando con la cucharilla en su café sin azúcar.

-Efectivamente.- Intento inútilmente crear una cierta tensión alargando el silencio, pero siento que hoy no funciona. De fondo, en mi lado del teléfono suena la banda sonora de Her, de los Arcade Fire, a los que no soporto generalmente; éste, sin embargo, me parece un buen disco.

-Perdona, pero hoy no tengo el día… Igual mejor me lo cuentas la siguiente vez que estemos.- Acepto la derrota.

-Vale. Te llamo otro día o… ¿Quieres que pase y te haga una visita?

– Te aviso yo, que ando con mucho lío. Cuídate.

-Y tú.- Cuelga.

Me quedo mirando mi teléfono, con la pantalla aún encendida. La música, triste, atraviesa mi piel y me impregna con su esencia, melancólica y espesa, haciendo que cada paso me cueste un mundo en unos interminables dos metros hasta la ventana. Detrás del cristal la lluvia golpea con furia la Ciudad Dormida; el invierno tenía prisa por venir en esta ocasión. No son ni las cuatro de la tarde y parece que ha anochecido. Y el frío también ha llegado, también intenso.

Suena el piano lento, con pocas notas, casi desnudo. Me entran ganas de acompañarlo, pero los siete metros y dos puertas que me separan de él me parecen una distancia insalvable en estos momentos; sólo quiero sentir la nostalgia de sus notas, que representan como pocas la historia de un amor imposible entre lo intangible y lo humano. Sonrío, aceptando la derrota de nuevo, aunque ésta más definitiva. Me quito las gafas, las limpio y me las vuelvo a poner, pero los cristales siguen empañados…

Hace mucho frío ahí fuera…