He escrito el título, Rubik, porque una idea fugaz ha cruzado mi mente. Pero ha sido tan fugaz que apenas ha dejado rastro. Pensaba que todos nos componemos de un montón de cubos de colores que intentamos mantener ordenados, pero pocos lo consiguen; unos hacen justo una cara, que es la que enseñan, aunque las otras cinco sean un auténtico desastre… Algunos tienen varias… Pero, lo dicho, poca gente tiene las seis.

Y ¿A qué viene esta tontería? Buena pregunta. No tengo ni idea. Supongo que el covid me está revolviendo alguna de esas caras. He puesto un poco de la música que utilizaba para escribir cuando lo hacía y he intentado que de mis dedos salgan palabras, como fluían antes. Pero no. No es lo mismo. Hace mucho que no es lo mismo. Y aunque la música me siga transmitiendo lo mismo que entonces, yo no me siento igual.

Mi nivel de concentración entonces era tal que ni escuchaba la música: similar a cuando nos estamos quedando dormidos y el mundo se va alejando. Me gustaba imaginar mis dedos sobre el teclado como los dedos de un pianista creando esa magia capaz de ponerte la piel de gallina, de hacerte esbozar una sonrisa, de hacerte pensar «qué pedazo de cabrón» y matarte de envidia… Ahora mis dedos ya no corren, las palabras no brotan, no florecen, los textos no brillan… Suena el móvil.

-Egunon… ¿Me haces luego una visita?.- Hace una pausa.- Cuando salgas del trabajo.

-No puedo. Estoy con Covid. No tengo muy mal cuerpo, pero no me gustaría contagiarte.

-Jooooo….

-Ya. Tenía muchas ganas de verte… Además te vas enseguida.

-Por eso. ¿Y a distancia?.- Sonrío. A distancia….

-A distancia no es lo mismo…- Intuyo que asiente al otro lado.

-No es lo mismo, no… Ya hemos estado a distancia muchos años… Cuídate y a ver si podemos vernos antes de que me vaya.

-Claro.- Colgamos.

Muchos años a distancia, sí, casi desde que nos conocemos. En nuestro cubo de Rubik sólo los centros están bien puestos…